Page 24 - Todo es Posible
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Clr. Alejandro González Giorgis


            Cuando nace, un bebé es un ser totalmente integrado.
            ¿Qué significa esto? Que ese bebé sabe organísmicamente,
            qué quiere, que necesita y cómo obtenerlo: si tiene hambre
            llora y la madre lo alimenta; si tiene sueño, duerme, inde-
            pendientemente de la hora o el lugar en el que se encuentre,
            si un ruido o algo lo molesta, lo manifiesta. Y esto le ocurre,
            porque no tiene conflictos de integración, no guarda aún
            creencias ni sentimientos de ningún tipo: es, simplemente,
            auténtico.
            Esta franja entre el ser humano en su primitivo “estado de
            gracia” como puede llamarse a su absoluta integración con
            la naturaleza, y el hombre “oculto” y “disimulado” frente a
            los demás en el que nos vamos transformando con el trans-
            curso del tiempo, es el que vamos a analizar ahora para lle-
            gar a comprender por qué actuamos como actuamos…

            El bebé, como organismo, es inteligente. Está preparado para
            la supervivencia de la especie y para su posterior desarrollo.
            Declara y pide, con los escasos medios con los que cuenta,
            todo lo que necesita. Pero algo es también muy cierto: solo,
            no puede. Necesita de otros, que lo ayuden a sobrevivir. ¿Y
            quiénes son esos otros?... Son los padres, o personas crite-
            rio que están a su lado para ayudarlo en este proceso al que
            vamos a llamar proceso de crecimiento, de desarrollo de la
            personalidad.

            ¿En qué consiste este proceso? Todos lo sabemos ya que es
            nuestra propia historia, lo que nos ha ocurrido para estar
            hoy en el aquí y en el ahora. Hemos ido aprendiendo. Des-
            cubrimos que solo no podíamos y que necesitábamos de
            otros, y a medida que el tiempo fue transcurriendo, agradar
            y complacer a esos “otros” eran nuestra garantía de sobrevi-
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